Control contenido
Al decir natural hay dos vertientes conceptuales directamente relacionadas con el término: aquello relativo a la naturaleza y lo referente a la cualidad o propiedad de las cosas; su esencia.
Sea cual sea el caso, lo natural no existe y tampoco la naturaleza. Son construcciones, conceptos creados. Son espejos que nos dan una imagen invertida de pensamiento; nuestro pensamiento y nuestra existencia. Nos permiten definirnos a partir de la negación y de la separación.
Al hablar de la naturaleza hay un juego entre procesos de individuación y desindividuación. La naturaleza es aquel todo al que pertenezco pero evado. Su creación permite mi individuación y con ello mi existencia. Al volverme parte de un todo, al pertenecer, esta cualidad se desvanece. Para contrarrestar esto, convierto mi lado salvaje en un ente inexistente y externo a mí del que paradójicamente no me puedo desprender. Así, pretendo tener el control; el concepto naturaleza denota necesidad de control. Como pregunta paradójica, ¿es parte de mi naturaleza crear y vivir esta dualidad?
En mi afán por definirme como ser inacabado proyecto mi completud en elementos externos, desde el refugio, la alteración de mi entorno hasta el control de mi realidad y la naturaleza como mi esencia supuestamente perdida. Aunque al tener conciencia de mi condición mortal me vuelvo un ser acabado y por lo tanto, sin sentido, al igual que todos aquellos elementos que definen mi otredad.
Contenedor controlado
Para sobrevivir, necesito algo externo como morada. No me basta con ser, tengo que habitar, proyectando la negación de mi condición natural defectuosa e incompleta que me impide una relación autónoma y directa con mi entorno.
Como lo natural, el espacio es algo intangible, es una noción. El espacio es una serie de categorías que impone el cuerpo, no la mente, como sugería Kant. El primer nivel de otredad con el que tengo relación es mi propio cuerpo y es aquí donde empieza la ilusión de control. Lo considero un contenedor. Mi entorno, mi realidad, mi contenedor. Estoy contenido en un cuerpo, no soy ese cuerpo. Por lo tanto necesito dominarlo y no al revés. Pero tanto este cuerpo como mi entorno, definen mi realidad. Mis contenedores me definen. De ser así, entonces la arquitectura es método definitivo de control de realidades, o tal vez, un espejo que las refleja. Se vuelve la morada del pensamiento y morada del cuerpo.
Lo natural está relacionado con el descontrol, la desmesura. Por lo tanto, lo antinatural es mesura y control. En la mesura se encuentra lo artificial. Lo artificial es mesurable y mesurado. Podría ser, otra vez, una estrategia de control y de autocontrol. Mientras más mesurable y relativo a mí mismo es mi entorno, más lo controlo o eso creo. Hay una relación directa entre la concepción del estado natural de las cosas y el aparente descontrol en su desarrollo y conducta.
Partiendo de esta base, la arquitectura no me contiene; yo la contengo. Es un simple instrumento de proyección de nuestra naturaleza si es que algo así existe, tan definible o abstracto como sea.